Herramientas para asumir el control
La gente que padece una enfermedad crónica a menudo encuentra que las
siguientes pautas les ayudan a asumir y afrontar la situación:
Reconoce tus sentimientos. Las emociones pueden no ser fáciles de
identificar. Por ejemplo, dormir mucho, llorar mucho o estar de mal
humor pueden ser signos de tristeza o depresión. También es bastante
habitual que las personas que padecen una enfermedad crónica se sientan
estresadas al sopesar las realidades de padecer una enfermedad crónica,
por un lado, y de tener que rendir en los estudios, cumplir los
compromisos sociales y otros aspectos de la vida cotidiana, por el otro.
Muchas personas encuentran un gran apoyo en servicios o personas
concretas especializados en ayudar a afrontar el estrés y las emociones
intensas. A algunas personas les va bien hablar con un psicoterapeuta o
unirse a un grupo de apoyo pensado especialmente para gente que padece
su enfermedad. También es importante que te dejes ayudar por aquellas
personas en quienes confías, como tus mejores amigos y tus familiares.
Lo más importante a la hora de buscar ayuda no es necesariamente
encontrar a alguien que sepa mucho sobre la enfermedad que padeces, sino
a alguien que esté dispuesto a escucharte cuando estés deprimido,
enfadado, frustrado — o simplemente alegre como unas castañuelas.
Identificar tus emociones, aceptarlas como una parte natural del proceso
que estás viviendo y expresarlas o compartirlas de una forma en que te
sientas cómodo te puede ayudar a sentirte mejor con tu situación.
Desempeña un papel activo en el cuidado de tu salud.
La mejor forma de aprender sobre tu enfermedad y sentir que controlas
la situación es haciendo preguntas. Cuando vayas al médico, generalmente
te dará mucha información, que no siempre podrás asimilar a la
primera. Es posible que te queden aspectos concretos sin aclarar y que
tengas que pedirle al médico o el personal de enfermería que te repita
algunas cosas para estar seguro de que lo has entendido todo. A mucha
gente le cuesta mucho pedir: "Por favor, ¿puede repetírmelo?" por miedo
a parecer tonta. ¡Pero los médicos necesitan años de estudios y
práctica para aprenderse la información que a ti te dan en una sola
visita!
Si te acaban de diagnosticar determinada enfermedad, tal vez te ayude
anotar las preguntas que te gustaría formularle a tu médico. Por
ejemplo, tal vez te interese saber:
- ¿Cómo me afectará esta enfermedad?
- ¿Qué tipo de tratamientos tendré que seguir?
- ¿Será doloroso?
- ¿Cuántas sesiones de tratamiento necesitaré?
- ¿Tendré que faltar a clase?
- ¿Podré hacer deporte, tocar un instrumento musical, ensayar la obra
de teatro del colegio o participar en otras actividades con las que
disfruto?
- ¿Qué puedo esperar? ¿Se puede curar mi enfermedad? ¿Desaparecerán los síntomas?
- ¿Qué efectos secundarios tienen los tratamientos y cuánto duran?
- ¿Me provocarán sueño, mal humor o debilidad?
- ¿Qué pasará si me salto una sesión de tratamiento o me olvido de tomar la medicación?
- ¿Y si los tratamientos no funcionan?
A pesar de que tu médico no podrá predecir exactamente cómo
responderás al tratamiento porque la respuesta varía considerablemente
de una persona a otra, el hecho de saber cómo reaccionan algunas
personas te puede ayudar a prepararte mental, emocional y físicamente.
Cuanto más aprendas sobre tu enfermedad, más entenderás el tratamiento
que debes seguir y las emociones que puedes experimentar, y descubrirás
la mejor forma de crear un estilo de vida saludable basado en tus
necesidades individuales.
Comprende las reacciones de otras personas. Es
posible que no seas la única persona que reaccione emocionalmente cuando
se entere de tu enfermedad. A los padres a menudo les cuesta aceptar
el hecho de que sus hijos padezcan una enfermedad crónica porque les
gustaría poder evitar que les ocurra nada malo en la vida. Algunos
padres se sienten culpables o creen que le han fallado a su hijo, otros
se enfadan muchísimo ante lo que consideran una injusticia. Al enfermo,
las emociones de los demás pueden parecerle una carga adicional,
cuando, por descontado, no son culpa de nadie. Es posible que te ayude
el hecho de explicar a tus padres o familiares que, cuando expresas
enfado, rabia o miedo, lo único que pretendes es pedirles que te apoyen
— no que te curen. Diles a tus padres que no esperas que tengan todas
las respuestas, pero que te ayudarán escuchando cómo te sientes y
trasmitiéndote el mensaje de que te entienden.
Puesto que la adolescencia trata básicamente sobre cómo "encajar" y
cómo ser aceptado por el grupo, puede resultarte difícil sentirte
diferente a tus amigos o compañeros de clase. Muchas personas que
padecen enfermedades crónicas están tentadas a mantenerlo en secreto. De
todos modos, a veces intentar ocultar una enfermedad puede acarrear
problemas, como descubrió Melisa, que padece la enfermedad de Crohn.
Algunos de los medicamentos que tenía que tomar la hinchaban bastante y
sus compañeros de clase empezaron a meterse con ella porque se estaba
poniendo "gordita". Cuando Melisa explicó le que le pasaba, le
sorprendió lo bien que reaccionaron y cómo la aceptaron sus compañeros
de clase.
Cuando hables con tus amigos sobre tu problema de salud, tal vez te
ayude explicarles que todo el mundo es diferente. Del mismo modo que
algunas personas tienen los ojos azules y otras los tienen marrones,
algunas personas son más vulnerables a determinadas enfermedades.
Dependiendo de la gravedad de tu enfermedad, es posible que te
encuentres rodeado constantemente por adultos bienintencionados. Tal vez
los profesores, entrenadores y psicólogos escolares intenten ayudarte —
y tal vez te hagan sentirte dependiente, frustrado o enfadado. Habla
con ellos y explícales cómo te sientes. Informándoles y explicándoles
las características de tu enfermedad podrás ayudarles a entender de qué
eres capaz y a que te vean como un alumno o un atleta — no como un
enfermo.
Relativiza las cosas. Es fácil que una enfermedad se
convierta en el principal foco de atención de la vida de una persona —
sobre todo cuando hace poco que se la han diagnosticado y esta
empezando a hacerse a la idea y a afrontar la situación. Muchas
personas encuentran que el hecho de recordarse a sí mismas que su
enfermedad sólo es una parte de lo que son les ayuda a relativizar las
cosas. Mantener las amistades, las aficiones y las rutinas cotidianas
ayuda mucho.
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