EFE
Esa es la conclusión de una investigación de la Universidad de
Calgary (Canadá) que aparece hoy publicada en "The Journal of
Neuroscience".
El equipo científico, dirigido por Mark Swain, ha demostrado
por primera vez que las células inmunológicas pueden infiltrarse en el
cerebro.
De esta manera, explican, se establece una vía de comunicación
entre los órganos enfermos e inflamados y el sistema nervioso, que
desencadenaría la aparición de síntomas como el cansancio y los cambios
de comportamiento social en los individuos.
Los cuadros de dolencias crónicas inflamatorias tales como la
artritis reumatoide, la enfermedad inflamatoria intestinal, la psoriasis
y la enfermedad hepática vienen acompañadas de fatiga, malestar general
y pérdida del interés social del paciente.
Los científicos se preguntaron cómo la inflamación en otros
órganos del cuerpo podía tener un impacto en el cerebro, que es el
encargado de desencadenar esos síntomas que empeoran la calidad de vida.
Y para responder a esta cuestión, el equipo investigador
estudió a ratones de laboratorio modificados para padecer inflamación en
el hígado.
Para su sorpresa, descubrieron que un tipo de glóbulos blancos,
los monocitos, se infiltraban en el cerebro: una vía de comunicación
entre el hígado y el cerebro que descarta la extendida creencia de que
las células inmunológicas no pueden traspasar la barrera sangre-cerebro.
En primer lugar, los investigadores observaron que la
inflamación del hígado provocó que unas células cerebrales, llamadas
microglías, produjesen CCL2, un compuesto químico que atrae a los
monocitos al cerebro.
Al bloquear la acción de llamada del CCL2, consiguieron impedir
la entrada de los monocitos al cerebro, a pesar de que la inflamación
del hígado seguía existiendo.
Por otra parte, la inflamación del hígado también estimulaba
que unas células cerebrales produjeran un compuesto inmunológico.
Cuando los científicos interrumpieron el efecto de ese
compuesto, las microglías produjeron menor cantidad de CCL2 y los
monocitos tampoco entraron en el cerebro.
Aquellos ratones en los que las células inmunológicas no
pasaron al cerebro presentaron mayor interacción social con otros
animales y mayor movilidad.
Este hallazgo, indican los científicos, indica que las personas
con enfermedades inflamatorias crónicas pueden beneficiarse de los
tratamientos que limiten el acceso de los monocitos al cerebro.